Nacida en el año 85 soy considerada por la clasificación de
generaciones como una Millenial, y esto si que es un pecado. Y lo digo porque
el concepto que nació hace poco, o al menos se hizo tan viral hace poco no hace
otra cosa sino señalar actitudes, prioridades y enmarca a las personas dentro
de características que se consideran se cumplen según el año en que naciste. Yo
personalmente no creo que eso marque una personalidad, una única forma de ser,
simplemente muestra una evolución en la forma como se ve la vida, pero definitivamente
no puede ser una variable que permita calificar el comportamiento de una
persona.
He leído muchos artículos, posts, en donde hablan de
nosotros, los “Millenial” como si fuéramos de otro planeta. Que no nos gustan
las ataduras, que no podemos hacernos responsables por nada, que no queremos
tener tarjeta de crédito ni deudas, que no queremos tener hijos, en fin, somos
como una especie que se ha catalogado dentro de unos parámetros, como
experimentos de laboratorio. Creo que la primera vez que vi esta diferenciación
fue en la comedia “La pelota de letras” en donde de manera jocosa
ejemplificaban momentos de vida distintos que atravesamos según las edades que
tenemos, la obra me pareció graciosa y muy atinada, pues describía comportamientos
propios de las modas, la forma de vestir, peinar, la llegada de la tecnología,
mu y cercana a la realidad, al menos a la realidad colombiana.
Pero creo que dimos un salto, en donde ya no solo
describimos el tipo de programas que vemos según nuestra edad, o la forma como
nos vestimos o hablamos, estamos encajonando a miles de personas sobre una única
forma de pensar, actuar, como si no tuviéramos remedio, como si no pudiéramos elegir
como queremos ser, como que simplemente debiéramos ser. Pues este escrito, por
pocas personas que alcance es una protesta a la catalogación y también un
ejercicio que cataloga a esas generaciones que escriben sobre nosotros, porque si,
nosotros también podemos clasificarlos como animales de zoológico.
Soy Millenial a mucho honor, y si me gusta el compromiso, es
más, soy una mujer comprometida dispuesta a pasar su vida con el mismo hombre,
tengo amigos de toda la vida a quienes no cambio por nada, más que nada en mi
vida deseo realizarme como madre, y tengo deudas (esto no me alegra, pero ni
modos), soy todo eso y soy Millenial también. Soy responsable en mi trabajo y
cumplo mis responsabilidades, si puedo seguir reglas siempre y cuando tengan
sentido común, no soy un borrego que hace por hacer, pero si entiende la razón detrás
de la orden la acata. No es cierto que solo pensemos en nosotros, y que seamos egoístas,
como líder, he aprendido a pensar en mis equipos por sobre mi bienestar, como
una amante de los animales, soy empática con sus sentimientos y me pongo en su
lugar, como una persona consiente de nuestra sociedad dedico tiempo libre a
ayudar a los demás, todo eso cuadra en la definición mediática y popular de
Millenial que nos dan los de las generaciones anteriores?
Y es que, lo que sucede es que producimos miedo, porque
cuestionamos, porque no somos borregos, porque si en algo encajonaría yo
nuestra generación es en eso. Somos seguidores por convicción y no por obligación,
y todos aquellos que saben que con convicción no pueden transmitir una visión a
seguir no serán seguidos, para todos ellos, somos una amenaza.
Solo pedimos una relación ganar, ganar, en donde contrario a
lo que la mayoría dicen, si estamos dispuestos a dejar todo el “pellejo” en una
empresa, pero no a cambio de un sueldo simplemente, a cambio solo pedimos la
oportunidad de aprender, de prepararnos, de mejorar, de ser tenidos en cuenta,
de desarrollarnos, lo que no nos anima es mantenernos toda la vida haciendo lo
mismo.
Déjenme decir además que en el plan profesional he escuchado
muchas veces que no nos comprometemos con una empresa, que ya no soñamos pasar
toda la vida en una misma empresa, que la palabra estabilidad no nos alienta,
sino que nos asusta, y yo puedo decir que no es así.
Personalmente, he
desarrollado en empresas en las que he trabajado un genuino amor por la marca,
y tal vez por esto muchos piensen entonces que no soy Millenial, pero si he
desarrollado de esos amores corporativos que tatuarías en tu cuerpo, que te
duele tu empresa, que te pones la camiseta, tienes la taza y hasta las sabanas,
pero las marcas y empresas me han pagado mal. Me han tercerizado, junto con mis
equipos, me han atacado por no ser el borrego que necesitan, me han pagado por
debajo de lo que mi profesión dicta por ser mujer, me han discriminado por mi género,
he trabajado horas de más por compromiso
y no he recibido un agradecimiento sino más trabajo por ser buena en lo que
hago, he preparado presentaciones para que otros se ganen el crédito, he dejado
mi tiempo, salud y hasta cabello en trabajos para los que nunca deje de ser un número,
he defendido una empresa que ante el primer percance me dejo sola, no me
regresaron la lealtad que me pidieron, no es que uno no quiera quedarse, es que
el ambiente hostil hace que desees salir huyendo.
En conclusión, considero que no existe algo que pueda
enmarcar a una generación, sea cual sea, ni los Millenial, ni los de antes ni
los que vengan después. Pero si existiera algo que, en mi trabajo, rodeada de
estos “Millenial” bichos raros he observado que nos es común, es que solo
pedimos una relación recíproca, que la empresa que nos pide lealtad también sea
leal con nosotros, en donde nos den de lo que nos piden y en donde podamos ser
parte de la construcción del futuro, donde no seamos solo un numero en planilla
y una encuesta de “Great Place To Work”, donde no seamos los Millenial, donde
seamos individuos aportando en equipo a un bien común.
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